El pueblo lo escuchaba pero decidió ignorarlo...
El lobo creía que había conseguido una presa fácil: un rebaño completo para él solo, y un niño al que nadie le creía. Se comió a todas las ovejas y se fue a dormir a su cueva. Ignoraba que Juanito había bañado con veneno a cada oveja del rebaño.
Al otro día Juanito se paseaba por las calles orgulloso: no tenía ni una sola oveja, pero había matado al astuto animal. Creyó que todo el pueblo le aclamaría por haberlos liberado de la fiera. Pero el pueblo no le creyó que él hubiese matado al lobo, todo en él parecía falso. Ahora pasa las noches solitario contando fantasmas de ovejas.
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