viernes, 24 de diciembre de 2010

Un árbol cae...

La flauta no parece un instrumento normal. Tiene tantos sonidos dulces y tantos gritos amargos que parece más bien una oración a dioses desconocidos. Emergen de su interior una fila de colores, a manera de un arcoíris estirado, moviendose al compás de la música. Algunos le llama alucinaciones esquizofrénicas, a otros simplemente les parece agradable.
A veces hace mucho frío, y se forman hermosas gotas de rocío. Su belleza reside en la hoja del árbol, o en la punta de un pétalo de flor, cuando roba un poco de su colorida perfección. Entonces se despide, de su tierna y perfecta redondez inundando de humedad su camino, y llega a formar parte de un charco de agua o de la tierra que la absorbe, acabando así con su genial hermosura.
Luego de que la flauta expira melodiosas armonías, estas se funden en el viento del silencio, con ese humo vaporoso proveniente del alma del difunto rocío. Y así, simultanea mente este tipo de elementos conmovedores nacen, crecen, se expanden, y mueren en el recuerdo de alguien, cuando la memoria inmediata se difumina. En cuanto a alguien se le ocurre que por ejemplo, a aquel legendario árbol no le importa si alguien sabe que cae en medio del bosque, el quiere caer de forma pacífica, poética... original, con estilo tal vez, aunque nadie lo sepa o pueda llegar a apreciar su pintoresca y penosa caída, el caerá sobre un montón de selva a pesar de eso. Y entonces la gota de rocío y las notas coloridas desaparecen y vuelven a aparecer.

lunes, 20 de diciembre de 2010

La niña...

Nunca recordó donde dejaba las cosas. Nunca supo donde tenía su luz, aunque lográbamos advertirla...por ahí, en sus bolsillos. Pocas veces sabía lo que tenía, incluso al haberlo perdido. Muchas veces encontraba cosas que no sabia (o no se recordaba) que tenía. Su insight por ejemplo, el cual... fuera de modestias, le ayudé a encontrar, como casi todo lo que extraviaba. Era parte de su encanto, de la ternura que me hacía sentir. Perdió muchas cosas: llaves, dinero, los estribos, los nervios, la calma, su sonrisa, muchas lágrimas que había dejado por última vez en la palma de sus manos. Tomaba mis cosas y las perdía, por ejemplo mi ropa, o el cariño inmenso que le tenía. Era extraña, yo quise comprenderla hasta que un ángel me susurró al oído: Algunos insight se pierden con demasiada frecuencia (quizás hasta de manera deliberada). Entonces lo comprendí: AMAR ES LIBERAR.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Mñle evmwvquivlensi...

Por todos los rincones
ki ve vivwyeñ ñnlwstyñ
pri vi ivmñkivñ iv iyiuvñ juwvyiuñ
ssivwl ki qelyñl lwseyñueñl
ilyñuñl yr mwvqñaiuw kis neivyw
quwqeiyñuew ki vel yiuuivwl
de los callejones de mi poesía
mwv yr nwl mwqewlñ t mñvlñkñ
uihelyuñvkwli evlyñvyñviñcivyi
¿Quién puede decirte que no tenés razón?
Yo no tengo autoridad
tw yi kwt ilyi yuwlw ki ve ñsvñ
mwvw le ywkw ilyrneiuñ ñmñnñkw
w li grneiuñ ñhwyñkw sñ ilqiuñvlñ
como una lágrima rebotando en el suelo
leivyw pri ñrvpri kilmejuil ilyw
ñrv ñle vw qwkuñl ivyivkiusw
w mwvquivkiu pri mwvw yrl wfwl
sw pri ilmuenw
quizás si tiene profundidad.

martes, 7 de diciembre de 2010

Diciembre

Sentía el viento frío de la tarde de Diciembre, quizás esos vientos traerían buenas noticias ¿Quién sabe? Esta época era muy productiva para él. Temblaban de frío sus brazos, se movían como retazos de papel maché a la intemperie. Sus labios estaban resecos... solo quería que los niños empezaran a encender la fogata, mientras se frotaba las manos y desesperado miraba como todos, con sus gorritos de lana y sus abrigos de piel platicaban de demasiadas cosas sin importancia. Algunos fumaban, y deseó poder unirse como siempre. Al fin de uno en uno empezaron a ceder... y comenzó a olfatear con agrado el amargo humo de la combustión, fue sintiendo como poco a poco se entibiaban sus manos y como esa técnica de relajación de Jacobson su cuerpo por completo recuperó la temperatura.
Era solo él el que creaba esos mundos, y pudo por fin compartir  la alegría de los niños que danzaban al rededor del fuego. Sentía desvanecerse de esa temporal mascareta de papel y alambre que lo constituyó, y fue integrándose al aire, con una tremenda sonrisa mientras recordaba que al hacer esto, quizá uno o dos ambientalistas se romperían las vestiduras.