Cuando vayas a misa, nunca te olvides que está permitido doblar el cuello hacia un lado, y quedarte estupefacto buscando detalles en la imagen de la virgen que tienes a un lado o tratar de descifrar alguna de las frases, que las ancianas investidas con un velo de solemnidad, susurran con el rostro oculto. Como cuando eramos niños, que esas cosas nos sorprendían, y guardaban un misterio tal, más humano que divino, mientras nuestros padres, movían los labios para fingir que se sabían el coro dominical.
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