Habían pasado algunas horas, y a pesar de intentarlo varias veces, no había podido encontrarse de nuevo. La clave era que por primera vez se escribía a sí misma. Se perdió la noche anterior, justo cuando se detuvo al ver pasar a un niño en su bicicleta por las calles de la ciudad, (quizá fue que se fue detrás del niño) poco a poco mientras caminaba hacia atrás (¿O hacia adelante?) con una especie de espejo mental, nacido del mismísimo caos. No la encontraba a pesar de haber acariciado con los pies el suelo de la realidad y la verdad era que no le importaba encontrarla, podría pasar su vida siendo simplemente ella misma. Y es que cuando el pasado, el presente ... (?) se sientan a la orilla de un puente ha hablarnos de lo exquisito del olor de los libros (antiguos y nuevos) o a escuchar, no se puede pensar en nada más que algunas cosas suelen suceder, y otras no suelen, pero afortunadamente suceden.
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